Tengo una teoría que dice que el tiempo se estira y se encoge. Que los días no duran siempre lo mismo. Pueden durar más o durar menos. A mí me pasa a veces. Este viaje del que os hablo hoy, es un ejemplo de días que duraron más de lo habitual.
Hay viajes que son especiales. Que cuando los recuerdas te dejan un buen sabor de boca. Este, estará en mi lista de viajes inolvidables y apuntado en el cuaderno de cosas para recordar. Nunca había estado en Italia antes. He viajado mucho, pero el azar nunca me había llevado a este fantástico país. Mi primer contacto con Italia ha sido en un viaje fuera de lo común.
Un amigo muy querido, curador de arte, inauguraba una exposición de fotografía en Mónaco y organizó para un grupo de amigos un fin de semana en la Costa Azul para ir a verla. Se hizo cargo de toda la logística: reserva de hoteles, trasporte, comidas…Solo tuvimos que comprar los billetes y subirnos al avión en la fecha y hora convenida. No sabíamos muchos detalles sobre nuestro destino. Pero conociendo a nuestro amigo estábamos seguros de que sería un fin de semana que nunca olvidaríamos. 50 personas desde Bruselas, París y distintos lugares de Italia llegamos a Niza un sábado por la mañana.
Nos alojaríamos en Ventimiglia, justo al cruzar la frontera italiana. Ventimiglia fue un gran descubrimiento.
Viniendo desde Bruselas lo primero que nos llamó la atención fue esa luz maravillosa y ese mar azul. La temperatura era perfecta. El hotel (Sole Mare) estaba frente al mar y fue una sensación fantástica poder pasear por la playa y descubrir la ciudad.
La comida era una parte esencial del viaje, como no podía ser de otra manera si un italiano estaba al mando :-). Fue una sucesión de desayunos, brunchs y cenas deliciosas. Me gustó especialmente un pequeño restaurante sobre sobre la playa, Bagni San Giuseppe, donde comimos todo tipo de cosas deliciosas de la región de Liguria. Cenamos de lujo en La Caravela, un restaurante maravilloso. Hacía tiempo que no habíamos comido tan bien. No recuerdo cuántos platos fueron…En la ciudad también podéis comprar aceite, quesos y otras “delicatesses” de la zona.
Como os decía, el objetivo del viaje era ver en Mónaco la retrospectiva del fotógrafo italiano Fabrizio La Torre, “El mundo de los años 50“, que tal y como esperábamos nos maravilló. Bellísima muestra. Más de 200 fotografías en blanco y negro con una museografía impecable. Nos emocionó mucho porque conocíamos personalmente al fotógrafo fallecido recientemente.
También tuvimos algo de tiempo para visitar el centro histórico de Ventimiglia, una joya medieval en lo alto de una colina sobre el mar, con una maravillosa catedral del s. XI, callecitas estrechas con la ropa tendida, iglesias…Parecía que Italia se había quedado detenida en las fotos de los años 50 que habíamos visto en la exposición. A nosotros no nos dio tiempo a ir pero hay una zona arqueológica y los jardines de Handbury no muy lejos, que dicen que son impresionantes.
Fueron unos días fantásticos en familia. No solemos viajar en grupo pero esta vez el grupo era muy especial y el viaje fue de lo más enriquecedor. Uno de los primeros viajes de este tipo que hicimos con nuestro hijo. Se bañó en el mar, corrió por la playa, disfrutó de la comida …. Quería quedarse en Ventimiglia para siempre. No me extraña. Es una ciudad muy agradable para ir con niños.
Ha sido una primera toma de contacto pero ya planeamos volver huyendo del frío de Bruselas, alquilarnos un coche en Niza y recorrernos la costa hasta La Spezia. Os recomendamos esa ruta. Es de esos viajes en los que todo fluye y se disfruta de cada momento.
P.S Este post está dedicado a nuestro gran amigo que hizo posible este fantástico viaje
11 respuestas a Ventimiglia: donde Francia se convierte en Italia