Parte II
La llegada de un grupo al camino de escalada que comienza en las faldas del volcán siempre es un acontecimiento en esas comunidades, con todos los estereotipos que uno se pueda imaginar. Desde niños que piden dulces, hasta jóvenes que por una módica cantidad ofrecen acompañar al viajero incluso a caballo. Pero nosotros teníamos claro a lo que íbamos y por si fuera poco, ya conocíamos bien a algunos de los locales. Además conocíamos las rutas de acceso al cráter. Javier con su natural carisma lugareño (habilidad que no poseo y creo que no poseeré nunca) preguntó cómo estaba la ruta y como se había comportado el volcán. “Un poco de conocimiento local nunca está de más”, suele decir casi siempre cuando termina este tipo de conversaciones.
La tarde presentaba un clima muy bueno, con un poco de frío y viento norte que reducía la posibilidad de nubes y de niebla a mayor altura. Parecía que el terreno y las condiciones se prestaban (en teoría) para un excelente asalto. Además la ruta de ascenso es preciosa. Es un camino de tierra volcánica muy negra (por la cantidad de minerales que hay en ella) que pasa a través de un bosque húmedo que llega hasta más de la mitad del camino. Esto no permite ver el cono desde casi ningún punto. Pero la ruta compensa esto con otro tipo de distracciones, como el mirador natural desde el que se ve una laguna donde una vez existió el cráter de otro volcán hoy extinto.
El carro (o coche en versión europea) nos dejó a tan solo 2 horas a pie del cono. Fue solo en el momento en que salimos del bosque, cuando realmente nos dimos cuenta de lo que nos esperaba.
La entrada al infierno de Dante no debía de diferenciarse mucho de aquel espectáculo. Los apacibles riachuelos de lava que teníamos en nuestras mentes, fueron sustituidos en la realidad por chorros de jet invertidos que expulsaban ceniza y fuego hacia todas partes. Parecía que nos encontrábamos en Mordor y no a pocas horas de la Ciudad de Guatemala.
Habíamos organizado esta pequeña expedición de manera apresurada, saliendo a la carrera de la ciudad, para quedar de 10 con nuestra amiga Marta. Pero la situación resultó ser mucho más técnica de lo que esperábamos. Regine y Marta estaban horrorizadas de tan solo pensar en acercarse más; estaban satisfechas viendo el espectáculo desde lo lejos. Pero para Javier y para mí el “espectáculo” era algo más. Era una oportunidad. Es más, se nos presentaba la oportunidad de hacer algo realmente irresponsable.
En nuestra defensa diré que éramos mucho más jóvenes y alocados. Ahora, estos riesgos un poco descontrolados, ya no son aceptados por nuestras aseguradoras 🙂 y no los vivimos con frecuencia. Me escuché decir “ jóvenes e irresponsables” y con dos besos y un abrazo nos despedimos de las chicas y emprendimos la caminata hasta el cráter en total actividad.
Continuará…
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