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No me gustan los finales tristes. Ni en el cine, ni en lo libros, ni en la vida. Vamos, que soy más de las del “Happy end”. En la vida, muchas veces hay poco que podamos hacer. Pero en los libros y las películas, los autores o los guionistas pueden escoger el  final. Así que de preferencia (pienso yo), que sea feliz.

Dicho esto y pese a ello, hoy os voy a hablar de un libro que desde que lo compras sabes que no va a tener un final feliz.

Ya sabéis que yo soy mucho de anotar las recomendaciones que leo. Hace un tiempo ví la típica lista de un periódico que era algo así  como “21 libros que no te debes de perder”. Me llamó la atención este libro: Dí su nombre de Francisco Goldman. Os confieso que dudé un poco si leerlo o no, porque ya os digo no me gustan las cosas tristes. Como dice Fangoria: “No quiero más dramas en mi vida, sólo comedias, entretenidas“…

Pero al final me decidí y me encontré con una historia tristísima pero a la vez bellísima. El escritor relata su matrimonio que se truncó muy rápido por la muerte accidental de su mujer cuando aún era muy joven. Durante el libro va contando como fue su historia de amor de una manera nada dramática, maravillosa. El final es de llorar, eso no os lo puedo negar.

El libro me hizo pensar en que en ocasiones las grandes historias de amor, las que se recuerdan como de película, las que trastocan, las que nunca se olvidan, suelen ser historias que no duran toda la vida, y que no suelen tener final feliz o al menos no un final convencional.

I. Miranda