A pesar de ser de Madrid y haber pasado ya mi 40 cumpleaños nunca había ido a San Sebastián. Mi contacto con esta bella ciudad siempre había sido a través de la televisión: la bahía de la Concha en verano, el festival de cine de San Sebastián en otoño, lluvias y olas sobre su playa en invierno…
Nada más salir del parking me topé con esa hermosa bahía. Creo que mi boca no se cerró en todo el día de domingo que estuve allí. Una de las primeras cosas familiares que me llamó la atención fue la barandilla de la Concha, uno de los iconos más representativos de la ciudad. Era la primera vez que la veía pero ya formaba parte de mis recuerdos.
No podía dejar de mirar a todos los lados. Estaba fascinado con la postal que mis ojos tenían enfrente. Cada paso que daba se convertía en una foto. Incluso las personas que me cruzaba embellecían el paseo que estaba disfrutando. De repente me encontré con otra de las cosas familiares de esta ciudad: sus farolas. Esas farolas que tanto había visto coger como premio en el festival de cine.
¡Cuántas ciudades pueden presumir de tener una isla en plena bahía! La isla de Santa Clara parece que está colocada en su lugar a propósito para embellecer más, si cabe, este lugar mágico que os aconsejo a todos visitar en algún momento de vuestras vidas. No os arrepentiréis.
Llegamos más o menos a la hora de comer. Sin dejar de tener los ojos bien abiertos nos dirigimos hacia la parte vieja de la ciudad. Nos adentramos en el maravilloso mundo del pintxo. Los distintos bares, la gente, las cañas y sus pintxos nos permitieron contar que pudimos comer al mismo tiempo en 5 lugares distintos; los 5 bares en los que saboreamos esos maravillosos pintxos.
A pesar del estómago lleno teníamos ansia de patear las calles. Soy amante de las zonas viejas de las ciudades españolas, y la de esta no me pudo fascinar más. De repente, nos encontramos con ese tipo de plazas en las que deseas no salir: la Plaza de la Constitución, y por un momento cumplimos ese deseo: nos sentamos a tomar un café en una de sus terrazas. De nuevo me quedaba obnubilado con el simple paso de sus gentes.
Seguimos paseando y cuando ya pensaba que no me iba a poder encontrar algo que me sorprendiese más que lo anterior me encontré en la plaza de Zuloaga (a partir de ese momento una de mis plazas favoritas entre las que he podido visitar). Creo que lo que más me atrapó fue esa diversidad arquitectónica que te encuentras en ella. De nuevo los ojos como locos fascinado por lo que veían. Por muchas fotos que hacía me daba cuenta que no podría captar en ellas las sensaciones que me estaba produciendo esta plaza. Y como colofón,¡en ella encontramos los cines en versión original de la ciudad de San Sebastián!
Ya estaba cayendo el sol y antes de coger el coche de vuelta paseamos por otro lugar con encanto de Donostia: el paseo del muelle, por el puerto…con preciosas casas pequeñas de pescadores desde donde disfrutamos de unas hermosas vistas del monte Igeldo, la isla de Santa Clara, la bahía de la Concha…todo unido con un color rojizo del sol yéndose a dormir.
Hacía mucho tiempo que no me volvía a enamorar.
¡Ir y enamoraros!
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