LaHemos encontrado una babysitter de confianza. Y que además vive muy cerca de casa. Por fin. Después de más de 3 años de estar prácticamente 24/24 y 7/7 en “formato madre (no) abnegada / padre abnegado“, y de alternarnos para cuidar al niño cuando alguno tenía que hacer algo… Ha costado pero nos hemos convencido de que dejar al niño unas horas sin nosotros no afectará a su desarrollo. Estará bien. Además la babysitter es joven y parece llena de energía  (le hará falta…).

El otro día viví un momento  divertido de nuestra nueva vida con babysitter. Algunos/as diréis que esto sería para apuntarme directamente al Club de las malas madres (que ya lo he hecho, por cierto :-)). Os lo cuento de todos modos. Espero que no me juzguéis muy severamente :-)…

Para que se fueran conociendo me llevo a niño y babysitter a tomar algo en  uno de mis cafés favorito. En el que me inspiro para escribir los posts del blog.

Nos sentamos en la mesa que me gusta cerca de la ventana. Cuando ya tiene cada uno su bebida, me dipongo a leer mi libro. Dos segundos después de haberse bebido su zumo, el niño se levanta de la silla  y quiere salir con su patinete. Salen los dos. Y a través de la ventana veo una escena como de película en la que la babysitter corre de derecha a izquierda, de izquierda a derecha, de derecha a izquierda, por toda la plaza detrás de mi hijo que se mueve a “toda velocidad” (como él dice: “voy a tooooda velocidad con la kotinette“) en su patinete (“trotinette” como le llaman aquí en Bélgica; me encanta esa palabra). Ya decía yo que le iba a hacer falta toda la energía del mundo a la babysitter...

Y yo, que normalmente sería la que hubiera estado ahí corriendo de un lado para otro, superviso la operación desde la ventana, mientras sonrío, leo mi libro y me tomo tranquilamente un delicioso té de menta.

¿Os he dicho que nuestra vida ha cambiado desde que tenemos a la babysitter? ;-).

La madre (no) abnegada