Aviones soviéticos caribeEstoy de misión. Maratón de reuniones y visitas de proyectos en Barbados y las islas de Dominica, Anguilla y Grenada. La misión podría tener un puntito exótico y excitante, pero por el momento estoy en la fase de reuniones sin fin y madrugones de aúpa para viajar en avionetas desvencijadas que van parando de islote en islote cual autobús de línea. Barbados ‘con hijuelas’.

Hoy mi colega inglesa Charlotte, y yo, viajamos toda la noche a la isla de Grenada para unas negociaciones con el Ministerio de Finanzas. La isla, que tiene poco más de 10 kilómetros de ancho por 20 de largo, es conocida como una “isla de las especias”, y es una fuente natural de nuez moscada, clavo, jengibre y canela. El aterrizaje ha sido de infarto, con la avioneta haciendo maniobras y aproximaciones para tocar tierra en una pista minúscula rodeada de montañas y una estrecha salida al mar. La capital, St. Georges, se encuentra a una hora del aeropuerto por un camino imposible entre palmeras, badenes de río, laderas abruptas y bosque subtropical. El viaje es salvaje y accidentado, pero el paisaje verde y exuberante es fabuloso.

Le comento a Charlotte que cuando Cristóbal Colón descubrió esta isla en 1498 le otorgó el nombre de «Concepción». Sin embargo, ese nombre le fue retirado en 1523, cuando los exploradores españoles lo cambiaron a «Granada», por la similitud que encontraron entre el terreno montañoso de la isla y la Sierra Nevada que rodea la ciudad española de Granada. Charlotte, que es muy lista y además inglesa, me apuntilla: – Sí, querido, pero la isla pasaría después al dominio francés y británico, adoptando como nombre oficial ‘Grenada’. Yo también he hecho mis deberes, Pedro’– Definitivamente, esta Charlotte es muy lista…¡y muy inglesa!.

Rumbo al tesoro

El Vice-Ministro ha tenido que irse a Washington de urgencia y la última reunión de la tarde se ha anulado. Nos quedan 3 horas en la isla y se abre la posibilidad de realizar uno de mis sueños en la región. Visitar el extremo noreste buscando un tesoro:¡esqueletos soviéticos!. Este tesoro es particular y tengo que convencer a Charlotte para que me acompañe. Tiro de historia reciente:

Charlotte, como te acordarás, en 1983, el ejército americano invadió la isla de Grenada en su intento de evitar el establecimiento de bases rusas y frenar la influencia de la antigua Unión Sovietica en el Caribe. El objetivo principal de los bombardeos americanos fue el aeropuerto ‘Pearls’, que los rusos y los cubanos estaban ayudando a expandir para permitir el acceso de aviones de guerra de mayor envergadura.’

‘Pedro querido, ¿me estas llamando vieja?. Todo eso sucedió cuando era una niña y solo me acuerdo de las imágenes de después. Pero sí, lo estuve leyendo. Desde entonces ese aeropuerto quedó abandonado así como la parte noreste de la isla. Un aeropuerto nuevo fue construido en la otra punta, el ‘Point Salines International Airport’, que es al que hemos llegado hoy.

-‘¡Exacto! Pues mi tesoro está en ese aeropuerto al noreste. No sé bien lo que vamos a encontrar pero sé que vale la pena atravesar toda la isla para buscar esos esqueletos soviéticos. Venga, vamos a explorar!’-

‘Estas un poco loco, Pedro, pero hoy hemos trabajado duro juntos, así que me voy a dejar llevar por el instinto que tan bien nos ha guiado en esta misión.

¡Genial!

‘Me debes una cena Pedrito’…-

IMG_1260Una vez Charlotte convencida, tenemos que buscar un chofer local que nos lleve hasta el antiguo aeropuerto. Un grupo de ancianos que juegan a las cartas a la salida del Ministerio nos recomiendan a Willy, un ex-guardaespaldas del Gobernador General de la isla, que suele estar por los alrededores desde su jubilación. Dicen que Willy fue chofer y mano derecha del Gobernador durante mucho tiempo, y que se ocupó de Ronald Reagan en varias ocasiones. Willy es afable y relajado, con muchos tatuajes y una guayabera impoluta. Nos hace un buen precio y comenzamos la ruta, yo más emocionado que Charlotte que me sigue mirando con incredulidad.

El trayecto nos toma una hora, entre montañas y caminos casi inaccesibles, con animales en la carretera, flora tropical y un ensordecedor ruido de insectos y animales. El ambiente es húmedo y casi asfixiante, pero la expectativa de encontrar aquellos esqueletos nos mantiene en tensión. Durante la temeraria travesía Willy nos cuenta batallitas de espías, viajes de estado a Washington y negociaciones secretas con los cubanos durante su época con el Gobernador.

Sudorosos y aturdidos, llegamos a una gran explanada verde en mitad de las montañas. Willy sabe lo que buscamos y nos lleva directos al centro de la pista de aterrizaje. El cemento está prácticamente cubierto de vegetación. Aún se pueden distinguir las líneas de la pista. Charlotte y yo estamos mirando fijamente la vegetación esperando encontrarlos. En un instante ambos exclamamos sobresaltados:‘¡ahí están!

Aviones soviéticos caribe

Hemos encontrado nuestro tesoro. Frente a nosotros yacen los únicos testigos mudos de toda una época. Los vestigios caribeños de la guerra fría. Son los fuselajes de varios aviones soviéticos abandonados durante los bombardeos americanos del 83. Yacen enormes, imponentes y majestuosos, entre óxido, vegetación y cenizas. Entre los aviones abandonados, aún se puede ver un avión ruso, un biplano bimotor turbo-prop, con la inscripción ‘CCCP’ apenas ya visible en el fuselaje. La guerra fría aquí se materializa en viejas inscripciones sobre malogradas armaduras de metal olvidado.

Otro avión, un biplano monomotor, tiene inscrito ‘Cubana Airlines’. Todo respira un estilo años 70. Ambos aviones sirven ahora de refugio a cabras y vacas que pastan ajenas a lo que aconteció aquí hace años. Charlotte y yo no dudamos en entrar en uno de ellos. La cabina es enorme, se ve toda la estructura del fuselaje. Casi se pueden oír los motores rugiendo y las vibraciones en vuelo.

Willy, con su enorme barriga y su piel oscura nos observa de lejos y sonríe con nuestras caras de asombro. Charlotte y yo recorremos las alas, subimos y bajamos por los fuselajes, esquivamos las cabras que pastan y miramos la frondosa vegetación alrededor que inunda nuestras retinas. Somos como dos niños reviviendo el escenario exótico de película de Los Goonies. Huele a óxido, a mar y a selva.

Mañana tenemos misión a la isla de St. Vincent y las Grenadinas. Charlotte y yo estamos agotados tras el largo viaje, las largas negociaciones y el regreso del cementerio de aviones. Nos quedan dos escalas más en esta avioneta endiablada hasta llegar a Barbados para dormir unas horas en horizontal. Pero estoy profundamente contento; he encontrado un tesoro asombroso en esta isla. Charlotte duerme profundamente en el asiento a mi lado. Duerme plácida y silenciosa, pero cuando despierte le diré que ronca, pequeña venganza… por inglesa… y por lista…

Yo también dormiré unos minutos. Mientras, en mi mente aun retumban, presas del óxido, la intemperie y el olvido, los colosales esqueletos soviéticos del Caribe.

Cuaderno de lugares imposibles de Pedro Edwards

Fotos: Pedro Edwards