Miro la agenda: sábado, cumpleaños; domingo, cumpleaños; en dos semanas, cumpleaños…
¿Os pasa también a vosotros que vuestros hijos tienen una agenda más llena que la vuestra? El mío suele llegar del colegio con su mochilita cargada de invitaciones. Tengo que apuntar en la agenda del outlook todos los cumpleaños e invitaciones varias a jugar para que no se me pasen. Ya no compro los regalos de uno en uno si no a “al por mayor”. No exagero :-). En casa guardo un stock de regalos de cumpleaños.
Con tanta vida social llegan los momentos críticos. Por ejemplo, cuando en un mismo día se solapan 2 cumples. ¡Horror! ¡Quiere ir a los dos! Los amiguitos se decepcionan si no va. Suele ser misión imposible llevarlo a dos puntos lejanos de la ciudad en la misma tarde. He decido confirmar la asistencia por orden de llegada de las invitaciones para ser justa. Pero luego puede ser peor como cuando no puedo ir al cumple de su “amiga/novia” porque ya habías confirmado con otra niña. Crisis de “celos”…
Y claro, luego está la logística. Corre para aquí, corre para allá. No tenemos coche y casi nunca lo echo de menos. Solamente cuando tengo que ir al otro extremo de la ciudad a un cumpleaños en una zona residencial sin un miserable café en 3 km a la redonda y que dura 2 horas justas (ni un minuto más, que aquí son muy estrictos con el “protocolo” en los cumpleaños).
Luego nos encontramos con las distintas modalidades de cumpleaños. Los hay “a la belga” solo-niños, donde no te dejan pasar de la puerta. “Lanzas ” al niño y sales corriendo a apurar lo más posible las 2 horas (exactas) de libertad que tienes. También los hay “a la española” donde están invitados también los padres y te hartas de comer.
Reconozco que en cualquiera de las modalidades, toda la parafernalia de los cumpleaños infantiles de regalos, emociones, ilusión, chuches y sobredosis de azúcar me chiflan.
Voy a revisar la agenda a ver si este fin de semana toca cumpleaños…