Por los cerros de Ubeda

Hay viajes que ya prometen desde que los planeas. Que intuyes con toda seguridad que serán 10.

Desde que mi amiga Ana, compañera de trabajo e infalible detectora de cosas 10 me enseñó fotos de su tierra natal Úbeda, supe que tenía que ir. Tierra de ilustres como mi amado Joaquín Sabina, Muñoz Molina o Francisco de los Cobos, secretario de estado de Carlos V. A los pies de los míticos cerros de Úbeda (por donde yo suelo estar muy a menudo :-)), bañada por un mar de olivos y productora de uno de los mejores aceites de oliva del mundo. Un lugar de tan solo 35.000 habitantes, pero con un enorme patrimonio cultural por metro cuadrado que la ha llevado a ser reconocida Patrimonio de la Humanidad… El sitio pintaba muy bien.

No sabía bien cuando ese viaje podría hacerse realidad, pero Ana nos dio la excusa que necesitábamos invitándonos a su boda. Así que ahí nos fuimos toda la familia este verano.

Llegamos unos días antes y así tuvimos tiempo de disfrutar sin prisas de ese maravilloso lugar, sus callecitas estrechas, su imponente arquitectura renacentista, su gente hospitalaria y su deliciosa comida regada con aceite de oliva. Como todo está a mano es un placer pasear y explorar.

Palacios, iglesias y plazas te sorprenden tras cada esquina. Vestigios de siglos de historia que han dejado su huella en esta sorprendente ciudad. Visitar Ubeda es viajar en el tiempo, revivir los libros de historia. La imponente Capilla del Salvador nos dejó boquiabiertos. El Palacio Vela de los Cobos, que sigue habitado y se ha conservado como si se hubiera parado el tiempo, y al que nos hizo una visita guiada el propietario que nos contó cosas alucinantes, fue otro de los lugares que nos maravilló.

Nuestro hotel, Las Casa del Cónsul, era un lugar encantador con una piscinita con vistas sobre los olivares que hizo las delicias de mi hijo. También visitamos pequeñas tiendas de antigüedades y talleres de alfareros. Nos faltó tiempo para comprar una de las típicas alfombras de esparto que son muy chulas.

La boda fue en un lugar mágico, el Palacio de los Medinilla, del siglo XVI que nos permitió sumergirnos aún más en la historia de la ciudad.

Baeza, a pocos kilómetros, en cuya universidad dio clases Antonio Machado, es otra joya que también merece la pena visitar.

Nos encantó esa vida hacia fuera del sur tan distinta de la de Bruselas. Mi momento 10 del viaje fue este. Los niños jugando en la calle mientras nos tomábamos algo con una temperatura fantástica en mi rincón favorito de la ciudad y uno de los escenarios de los libros de Muñoz Molina.