Foto pequelña

Entra la primera y la última foto de este post hay más de 30 años de diferencia. Pero son en el mismo lugar.

Aquellos de vosotros que sean de un pueblo o que hayan pasado sus vacaciones en uno, seguro que recordarán la sensación tan especial que produce cuando eres niño.

Yo pasé los momentos más felices de mi infancia en el pueblo de mi familia. En la casa que construyó mi bisabuelo. Eran unos veranos fantásticos con nuestros abuelos, en los que todo era (o al menos parecía) mucho más simple. No teníamos teléfono, solo había dos canales de televisión (solo veíamos “Verano azul”) y por supuesto, no existía internet.

Nos pasábamos el día fuera, jugando con otros niños del pueblo, imaginando cosas, cogiendo castañas o moras o persiguiendo gallinas. Nos dejaban comer tigretones, gominolas con forma botella de coca cola y pan con nocilla (cuando todo eso aún no estaba proscrito por tener grasas hidrogenadas). No recuerdo que nos dijeran  muy a menudo “no hagas“, “no toques“, “no comas” (que yo le digo a mi hijo con demasiada frecuencia) .

3 años

Siempre tuve el sueño de que mi hijo pasara en el pueblo sus vacaciones. No era fácil porque la casa estaba en muy mal estado. Pero mi marido, que es restaurador de arte me convenció. Nos liamos la manta a la cabeza y decidimos restaurar la casa. Fue difícil y laaaargo (ya os hablaré de eso en otro post si os interesa el tema de la restauración). Pero valió la pena.

Por fin, estas vacaciones pudimos disfrutar de la casa con mi hijo. Muchas veces las cosas no son como te las habías imaginado. Pero esta vez sí. Estas vacaciones han sido tan idílicas cono yo las había imaginado.

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Sin reloj, sin nada concreto que hacer, sin listas. Disfrutando de la vida de pueblo, de las cosas sencillas. Sin las prisas de nuestra vida cotidiana daba la sensación de que los días eran más largos, que la vida duraba más. Me encanta eso de tener la puerta siempre abierta, los amigos que aparecen sin avisar, el olor a campo, el bar del pueblo, los amaneceres, los atardeceres, las fiestas del pueblo…Dos semanas sin tele, ni internet en casa. No está bien que lo diga yo que escribo un blog, pero me he dado cuenta de la cantidad de tiempo que nos quita el internet de vivir la vida real.

Veranos felices

He tenido momentos fantásticos con mi hijo, sin estrés, cara a cara, sin prisas, comprando helados, paseando o leyendo cuentos. He podido pararme a mirarle, a darme cuenta de lo que ha crecido, a escucharle más, a verle dormir.¡Qué pocas veces  desde que nació he podido pararme a verle dormir! (normalmente cuando el duerme yo corro a hacer mil cosas). El lo ha pasado de maravilla con sus nuevos amiguitos del pueblo, disfrutando de esos días  largos, en los que llega a casa sucio de pies a cabeza, agotado, pero feliz. Ni se ha acordado de que existe la tele.

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Estamos muy felices de que 30  más tarde los niños de nuestra familia vuelven a corretear por el mismo pueblo.

Correteando por el pueblo

La madre (no) abnegada

P. D Gracias a todos nuestros amigos del pueblo especialmente a Julio, Manoli, Tony, Victor, y Mónica, por contribuir a hacernos pasar un verano 10.

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