Ya el camino para llegar a este hotel te mete de lleno en una película y en otra época. A tres horas de la capital, pasando entre montañas nevadas y estaciones de esquí con toque retro, por la histórica Georgian Military highway, que unía Rusia con Georgia a través del Cáucaso (ruta tradicional de invasores y comerciantes durante siglos) llegas por fin al Rooms Hotel Kazbegi.
En un edificio alucinante de estilo brutalista, te abre la puerta un botones vestido como los de las pelis de Wes Anderson. Entras y te encuentras en un sitio que te deja con la boca abierta. Antiguo resort de montaña para la élite comunista, reconvertido por el gurú local de la hostelería a su vuelta de Nueva York en “refugio alpino” para hipsters. Cuidado hasta el más mínimo detalle con suelos de tablones de madera recuperados de otros sitios, alfombras locales, sofás de cuero, posters vintage que se encontraron en el edificio, grandes ventanales, terraza de ensueño, muebles de madera minimalista y vistas de muerte.
Simplicidad total y a la vez estilo y elegancia máximas. Menos es más. A la caucásica, claro. El ambiente en el lobby es eléctrico con música de fondo de una super play list y un gran hall que es a la vez zona de descanso (tipo resort de esquí) y restaurante. Mucho bullicio con gente sentada que habla lenguas incomprensibles (sobre todo rusos) que lee, come, se toma una copa o descansa. Muchas familias también. El espacio evoluciona a lo largo del día desde el desayuno con viajeros preparándose para un día de trekking, hasta la noche en que se convierte en bar y la gente se prepara para el casino. Siempre bullicio. Un bullicio que me encantaba. La comida es deliciosa. ¡Te puedes pasar todo el día comiendo¡
Aunque recomiendo dejar de comer y beber de vez en cuando 😉 y hacerse alguna ruta. Es el perfecto punto de partida para hacer trekking en unos lugares increíbles.
Está estratégicamente situado frente al monte Kazbegi y la iglesia de la Trinidad de Gergeti. Desde cualquier lugar del hotel ves esa pequeña iglesia. Y esa vista te hipnotiza. Cambia todo el rato según cambia el tiempo o se muevan las nubes. Te puedes pasar horas sentado en la chaise long del lobby mirándola. Perfecto para el mindfulness.
Y luego están las joyas de la corona. La piscina, brutal. Un bañito temprano cuando no hay nadie, con esa vista maravillosa te produce una sensación que nunca olvidarás. La terraza, flipante a cualquier hora del día.
Estas montañas te atrapan. A mí al menos me han atrapado.
Te vas con mucha pena, pero sabiendo con certeza que algún día volverás a este sitio.
P.S Gracias a mi amiga Dominika por su hospitalidad y por haber hecho posible este viaje increíble
Fotos: propias, de Rooms Hotel y Booking