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No hay nada mejor que descubrir las cosas por azar. Imaginaros una tarde de esas en las que uno no sabe qué hacer y decide echarse a la calle. Como siempre comienzo mi paseo por la Gran Vía. Eso para mí ya es un espectáculo. El simple hecho de pasear mirando a la gente que me cruzo me entretiene. Llego a La Cibeles y giro hacia Neptuno. Desde ahí ya lo puedo leer: Regoyos.

Cuando llego a la puerta del museo Thyssen-Bornemisza me atrapa el cuadro que utilizan como cartel de su exposición y me adentro a la taquilla. Tengo que reconocer que es la primera vez que entro en contacto con este pintor asturiano. Más tarde, cuando me puse a leer sobre su vida me enteré de que vivió en una época en la que a los pintores españoles que destacaron en el impresionismo no se les dio el sitio que hubiesen merecido.

Mi incultura artística me impide transmitir de una manera adecuada todo lo que os podéis encontrar en su obra. Pero aún así quería compartir con vosotros cosas que he ido descubriendo de Darío de Regoyos y que a mí me harían tener ganas de descubrirlo si no lo conociese.

Lo que más me ha gustado saber es, que aparte de pintar, también escribía. Tenía un cuaderno de viajes que llevaba a todas partes. Con eso ya me ha acabado de cautivar. Ya sabéis que yo tengo mi cuaderno en el que escribo aquello que quiero hacer o lo que ya he hecho y quiero recordar o compartir. Con esto ya me he identificado totalmente con él.

Regoyos

Otra de las cosas que me atrae de las personas es que tengan facetas, que a priori, pueden parecer contradictorias. De Darío de Regoyos se pueden destacar dos clases de pintura. Por una parte, están sus cuadros de la España negra, en los que quiere mostrar que España aparte de toros, banderillas y castañuelas, es un país de sufrimiento, tradición y respeto. Por otra parte, está su obra impresionista llena de color, luz y armonía. Esta dualidad no se dio en etapas sucesivas de su vida, sino que ambos estilos de pintura se entremezclaron a lo largo del tiempo. Esa coexistencia me gusta mucho. Porque estamos acostumbrados a conocer la obra de los pintores por períodos, con estilos distintos en función de cada etapa, como si uno estuviese diez años triste, luego cinco años alegre y los siguientes cuatro años melancólico…

También me llamó la atención el hecho de que nunca pintó por  interés económico. Sus cuadros no fueron cuadros comerciales. Los utilizaba como una manera de plasmar sus ideales sobre un lienzo. No quería vender. Ejemplo claro de ello es que murió arruinado. Todo su dinero lo invirtió en su afición: la pintura. Afición que le gustó compartir en otros países como en Bélgica, país en el que se le conocía como el español que amenizaba las reuniones de artistas con su guitarra. De ahí que apareciese en más de 11 retratos de pintores extranjeros, siempre con su guitarra.

Estas son las pequeñas pinceladas que os quiero trazar sobre Darío de Regoyos para despertar en vosotros, al menos, el deseo de asomaros a su obra para disfrutarla igual que lo hice yo una tarde que salí a pasear sin rumbo fijo.

Sólo tenéis hasta el 1 de junio para disfrutar de esta maravillosa exposición. No hay un solo cuadro del que pases de largo. Al revés, son cuadros para disfrutar con detenimiento. Si estáis por Madrid no lo dudéis. Y si no, es una buena excusa para navegar por su obra y disfrutarla.

Fernando Sacristán